Esta estación avanza como yo con la serie de las Chicas Gilmore, cada día estamos un poco más cerquita del final. Esta semana además, ha sido bastante chula, frenética y cargada de primeras veces. Sin duda, la más especial tuvo lugar el pasado domingo cuando mi tía, a sus casi 89 años me puso la teja y la mantilla para salir, por primera vez, en una procesión de las fiestas de Sant Francesc de Oliva. Me sentí más guapa que nunca y mi padre, fotógrafo NO OFICIAL del evento me sacó unos retratos chulísimos que os dejo por aquí para que flipéis un poco conmigo. Si os digo la verdad me sentí mucho más que guapísima: estaba espectacular.
Este tipo de tradiciones son sin duda el equivalente a la llamada de los ancestros que vivimos con los mentawai hace unos meses en Indonesia, o a las fiestas del fico que compartimos con una familia entera en Angola… Es innegable que son parte de nuestra cultura y que, nos guste o no, tienen mucho que ver con nuestra forma de entender el mundo que nos rodea. La antropología consiste exactamente en eso, en estudiar la cultura de forma holística y tratar de entender el pasado y el presente de un lugar. Cada tradición aporta siempre algo a la comunidad y a veces, consiste en sentir esa conexión con nuestro pasado. Es ser parte del legado.
En ese sentido, formar parte de estos rituales costumbristas tiene una carga emocional que no me esperaba ya que, cada uno de los pasos dados para vestirme viene marcado por una fuerte tradición que ha pasado de generación en generación entre las mujeres de mi familia. Ponerme la teja fue mucho más que un gesto, fue sentirme parte de esa herencia familiar usando la teja y la mantilla que en su día, mi abuela le compró a mi madre para salir en una procesión como esta. Que mi tía, peluquera de profesión y hermana de mi abuela, fuera la encargada de hacerme un moño precioso, me hizo conectar con una herencia familiar de mujeres empoderadas y trabajadoras de las que estoy orgullosa de formar parte.
Es inevitable, si has hecho viajes en busca de culturas y tradiciones remotas, comparar tus propias costumbres con aquello que has visto en otros lugares. Es inevitable también, darte cuenta de que, al final, los pueblos del mundo no son tan diferentes y de qué adornar la cabeza de las mujeres es algo que he visto en numerosas ocasiones a lo largo y ancho del planeta. Cubrir el pelo femenino de una u otra forma es algo que une a las tres religiones que descienden de Abraham.
En otros aspectos de mi vida esta semana ha sido bastante emocional, siento que las expectativas son como sueños personales que colgamos en la espalda de la gente, esperando que, por arte de magia se den cuenta y reaccionen. No se me da bien no esperar nada de nadie y mucho menos no cargarles una cierta responsabilidad en algo de lo que igual no son ni conscientes y por eso (lo reconozco abiertamente y sin contemplaciones) estoy un poco más decepcionada de lo que debería con el mundo en general.
Mañana vuelve a ser un día muy especial de primeras veces y hoy no sé si voy a poder dormir, así que me despido de vosotros con un: «la semana que viene os cuento» bastante más especial de lo habitual.