¡Buenos días todologxs!
Hace tiempo que no escribía tanto, y no solamente por aquí… Supongo que de eso tiene parte de culpa mi corazón que busca incansablemente un amor al que aferrarse, un amor galopante que invada mi cuerpo y distraiga mi mente de esta lista tan larga de tareas diarias y rutinas aburridas que ha instalado la era post covid en mi vida. ❤️ Y de ésa búsqueda me distraigo a mi misma escribiendo por las esquinas…
Pero aprovechando ese torrentoso río de creatividad que invade mi cuerpo en forma de sexualidad frustrada os voy a hablar de mi bella Italia y de mi ciudad italiana. ✍🏼 L’Aquila fue y será ése lugar cambiante que marcó mi vida universitaria. 🤔 Mi Eramus fue diferente al del resto, ya que yo no me sumergí de pleno en el submundo de los Erasmus, para mí era muchísimo más interesante vivir como los italianos de verdad y debo confesar que solamente salí tres noches de fiesta. 😅
Aburrido o no, para mí fue especial y mágico compartir el aperitivi con mis amigas italianas que conducían como locas cada mañana por cualquier carretera. Chiara era una auténtica crack para incorporarse en cualquier vía. 😱 Yo sigo pensando que el truco está en cerrar los ojos y no pensar. En lanzarte al vacío de la carretera Italiana y dejarte llevar por un auténtico Ferrari camuflado dentro de un Nissan Micra.
L’aquila era una ciudad devastada por un terremoto a la que bauticé «La desciutat» (desciudad) 💫 por aquel encanto deconstruido que llenaba de vida unas casas deshabitadas y sumergidas en un proceso lento y doloroso de renacimiento. L’aquila es i será siempre la única ciudad que consigue alejarme de Roma si mi avión tiene como destino Fiumichino o Chiampino. Porque un trozó enorme de mi corazón quedó allí, bien custodiado entre la escalinata de San Bernardino, la basílica de Santa Maria di Collemaggio, la fuente de los 99 caños y mi lugar favorito: l’accademia delle belle arti. 🌈
📚 L’Aquila me enseñó a hablar italiano, a valorar la luz griega de forma totalmente subjetiva y sobretodo: a agradecer la suerte de compartir aquel momento con Ivan. Ivan, que por aquel entonces empezaba a hacer cositas en el mundo de la cocina (ahora es el propietario de mi restaurante preferido de Valencia, que por cierto no podéis dejar de probar: Ambra-Poble Bar) era mi novio y vino conmigo de Erasmus. ⚡️
🤔 Supongo que la posibilidad de dejar que el Erasmus nos separara, nos hizo dar el paso de sumergirnos en aquella aventura juntos… ¡Y gracias al destino de las decisiones que vino! Menudo panorama nos encontramos al llegar: vallas, obras…. millones de calles cortadas…. recuerdos de muerte i devastación en cualquier rincón… Allí aprendimos a dar paseos eternos en busca de sabores nuevos, casi siempre de noche porque además en l’Aquila, a las 4 de la tarde ya empieza a anochecer.
Con Ivan, la tristeza de aquel panorama desolador, se convirtió en risas, costumbre y pequeñas tradiciones que fuimos creando los dos mientras esperábamos que llegara otro fin de semana. Para coger un bus y perdernos en Roma de nuevo, en Atenas, Budapest… o cualquier otra parte… 😘
L’Aquila me enseñó también que una amiga puede vivir a más de 1000 km y seguir siendo importante, que un amor ya finto puede seguir vivo por las calles de una ciudad en la que se compartieron los besos y que cada vez que voy nos veo: jóvenes e inocentes pensando que el mundo era sin duda un lugar mucho mejor. ❤️
Para los que no sepáis dónde esta esta bella ciudad os invito a buscarla, a visitarla y formar parte de su curioso renacer, que en estos tiempos tan raros nos da una imagen esperanza necesaria. 😉
See you soon
jú #viajadorapermanente